domingo, 1 de febrero de 2009

Antorcha del tiempo



por Hilda Henríquez de Flores

Bajo el tenue sol, la tarde es un remanso suspendido en la luz. Vagan en el cielo rebozos de colores.
Alas y cantos hacen rondas con el viento. Tras la montaña, la antorcha del tiempo se oculta con lentitud de siglo. Asisten a su viaje, el monte que espera en la penumbra, un espejo que guarda los días y las noches, un florido listón de plata ciñendo la arboleda. Se llena de calma el bosque cercano, la placidez se acoge sobre el valle distante.
Hombres y mujeres vuelven a sus casas a refugiar su afán. Detienen los niños su impulso en movimiento. Las manos de una madre, prodigarán el pan. El crepúsculo dulce, dulcifica las horas, serena las almas.
Brisas y huracán, selva y desierto, día y noche, sombra y color. Tiempo sin memoria, el sol que no claudica, ajeno a nuestra historia.

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