miércoles, 5 de noviembre de 2008

La Visita


Guillermo Aárra

Estoy conmigo tratando de sentir
un cuerpo, un corazón o alguna razón
que masacre mis neuronas coquetas
y libere mi sangre coagulada de pena.

Me duelen mis uñas que dejaron
de rascar tu pedacito de piel inquieta
por tanto estrellarlas con mi frente
que se niega a morder el suelo tibio.

El cabello deja mi cabeza que no
encuentra ocupación si tus manos
no tocan las cuerdas de mi vida
descaradamente engañada a saliva y piel.

La cama ya reclama mi presencia mojada
cantando mis aventuras de gemidos y sudor
que embellecen las paredes de mi cuarto
y embrutecen al viento vencido por calor.

Mi oído presiente su muerte solitaria
y el silencio se instala por toda mi piel
que se vuelve pálida de miedo
y resignación por tus pasos lejanos.

La barba me crece y la escondo
para reconocer el rostro de la soledad
que el tiempo me devolvió anoche
en medio de tus melodías picantes.

Un desierto son mis labios,
ni la lengua los visita para recuperar
la humedad narcisista que perdió
cuando la apostó por tu sabiduría.

La oscuridad esclaviza mis pupilas
dilatándolas y poniendo trancas a
mis párpados con la luna de frente
y el recuerdo a mis espaldas cobardes.

Voy dejando de sentir el corazón
cuando el sol burlándose de mí
saluda y enciende la vida afuera
de mi cuarto que anochece otra vez.

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