martes, 30 de septiembre de 2008

En el paraíso


Guillermo Aárra
Camino, sembrado en los ojos incrédulos
que se cruzan por mi existencia
creyendo que la flor es de la juventud
si es de la selva.
Alfombra negra que huele mis años,
colmada de histórica sangre y
abono de huesos zapoteños,
no se cansa de mi,
yo me afianzo cada vez más a ella.
Lo verde me sube por el peroné
de mis sueños de libertad verdadera,
que se cuelan en mis acciones y regresan
llorando injusticia mundana
más verdadera que la libertad de los sueños.
Es imposible no anaranjarse.
Me sube la pasión que la ignorancia
maligna ensañó en dejar atrás,
están listas las ganas y las armas de mi abuelo cantor
que envainó el ciprés.
Miro al cielo y lo veo azul.
No es el cielo, es el sombrero
que cubre algunas de mis espatas
y me da la certeza de mis siete testigos,
verdes de desesperación.
Vendo confianza, sinceridad, miseria de palabras
y pobreza de rencor; mi gente lo merece,
mejor la regalo en tono amarillo
más amable, más nuevo, más tiernito, más nuestro.
Mi sangre fluye del color que quieras,
pero mis acciones la necesitan roja,
luchadora, comprometida, armada
hasta las amígdalas; así la tengo,
así escribo, así respiro.
Quiero seguir...

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