Rafael Magarín Arana
Missabeth caminaba descalza por la plaza del mercado. Todos los mercaderes y compradores la observaban al ver a aquella joven caminar con su bolso y su ropa elegante. No lograban comprender como tan hermosa mujer caminaba descalza por la calle. El señor Dorton, el dueño de la zapatería, se compadeció al ver a aquella hermosa jovencita, así que le salió al encuentro y la invitó a que entrase a la zapatería para regalarle los zapatos que a ella le gustasen. Missabeth entró a la zapatería. Su mirada era misteriosa y su sonrisa era encantadora. El señor Dorton comenzó a enseñarle todos los modelos que tenía, pero ningún zapato entró en su pie. Los pies de missabeth estaban muy quemados. El señor Dorton preguntó cuánto tiempo tenia de caminar descalza. Missabeth no respondió la pregunta.
El señor Dorton preguntó nuevamente , Missabeth lo miró fijamente a los ojos y él comenzó a sentir que su corazón latía mucho más rápido. Al instante cayó en el piso doblado, respirando suspiros de muerte; mientras tanto el teléfono de la estancia sonaba sin parar . Missabeth no le apartó la mirada, se acercó al señor Dorton, se inclinó a su oído diciendo : “por ti caminare descalza toda la vida”. El señor Dorton no sabía que Missabeth tenía seiscientos años de caminar descalza por ese mercado, como un presente de su padre el hechicero.
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