jueves, 5 de marzo de 2009

Corazonada



por Rafael Magarín Arana

Ardía el sol como una hoguera,
consumiendo el silicio de la noche,
y deseaba que la brisa me abrasase
y apagase esa llama en mí pecho,
que me arde al recordarte,
en la mañana,
en la tarde te escucho,
con el ruido de la flauta,
el tamborín y las maracas,
en tormentas de invierno
te escucho todo el tiempo,
sin regresar mí vil mirada,
ahí estas en mi morada,
consumiendo en mis mejías
el regazo de la lluvia,
que fluía al despertarme
al son del clarinero,
y los buitres carrañosos,
que robaban del albaja,
mis lágrimas de sangre
que expresan mí alegría.

¡Oh desciende ilusorio viento!
y apaguemos juntos la llama,
que nos condena y nos acaba,
con sus rayos de carbones
empuñados en mí espalda.
Pasa el tiempo en mí rostro,
y se seca el aliento,
del viento amor de cuna
pues no pasan más las nueves,
ni regresan a la sombra,
de mí cuerpo enlumbrado.
Por la lumbre de este fuego,
que asola y azota,
el desierto de mis lágrimas.

Cubre pronto mí espalda,
pon tu manto invisible,
sostén el llanto del aurora
y seca el llanto de mis mejías,
y has arder el hielo de tus caricias,
sobre mí pecho y mí espalda,
desliza sobre mí rostro
la humedad de tus deseos,
sacia la sed de mí garganta,
sacia las horas que perdimos,
y en el viñedo de la soledad
recordare que ya no estás.

No hay comentarios: