martes, 30 de septiembre de 2008

Cada día


Martín Díaz
Que dirán de mi de las gentes.
si no me conocen
y estamos tan cerca, cada vez

No ver mi rostro
No me desean ver
Pero yo los conozco.

No conocen mi voz.
No me escuchan
pero yo los oigo.

Cada día
Así es la vida
Cada día
Cada día,
Cada día paso junto a ellos
junto a ti, junto a todos.
junto ti
Cada día.
Ah
Cada día

OTRA VES TU LLUVIA


Gabriel Alvarado
Otra ves tu lluvia
playa blanca
palmera infinita
Tú presencia de coral
bronce del atlántico
chica del corazón negro
resplandor de oricalque
Atlántida de amor
Tú en mí como una hola
tus manos llenas de sargazos y paz
giras al azul veleros en tu ventana
muelle donde hay fiesta
caracoles y fantasmas
mujer de volcán y luciérnaga
que haces al lado del cielo
con pan de vida
tu aliento
perfumen de huracán
noche de selva
viaje contigo lleno de arcóiris
quédate bajo el almendro
cuentos de abejas asesinos y brujería
estrella de amor con todos tus dedos
tu recuerdo otra vez en la lluvia

En el paraíso


Guillermo Aárra
Camino, sembrado en los ojos incrédulos
que se cruzan por mi existencia
creyendo que la flor es de la juventud
si es de la selva.
Alfombra negra que huele mis años,
colmada de histórica sangre y
abono de huesos zapoteños,
no se cansa de mi,
yo me afianzo cada vez más a ella.
Lo verde me sube por el peroné
de mis sueños de libertad verdadera,
que se cuelan en mis acciones y regresan
llorando injusticia mundana
más verdadera que la libertad de los sueños.
Es imposible no anaranjarse.
Me sube la pasión que la ignorancia
maligna ensañó en dejar atrás,
están listas las ganas y las armas de mi abuelo cantor
que envainó el ciprés.
Miro al cielo y lo veo azul.
No es el cielo, es el sombrero
que cubre algunas de mis espatas
y me da la certeza de mis siete testigos,
verdes de desesperación.
Vendo confianza, sinceridad, miseria de palabras
y pobreza de rencor; mi gente lo merece,
mejor la regalo en tono amarillo
más amable, más nuevo, más tiernito, más nuestro.
Mi sangre fluye del color que quieras,
pero mis acciones la necesitan roja,
luchadora, comprometida, armada
hasta las amígdalas; así la tengo,
así escribo, así respiro.
Quiero seguir...

ANSIA INFINITA


Hilda de Flores
Si las hojas muertas
reviven en el bosque
como hijas de un país sin nombre,
si yo abato el frío que consume,
¿verdad que yo podría ser semilla
y dar a luz la primavera?

La búsqueda


David Panamá
Un regalo inesperado llegó a las manos de Pablo, estando de visita en casa de sus tíos quienes vivían lejos de la civilización a orillas del río la Pasión en la selva del Petén. Una indígena de baja estatura, cabello lacio, negro azabache, ataviada con un traje ricamente bordado y enjoyada con finos y brillantes chachales de plata; se había aproximado a él cuando pescando se encontraba a la orilla del río.

Pablo no la escuchó llegar, casi se cae de la roca que usaba como asiento cuando la sombra de la indígena apareció ante él; llevaba en sus manos una caja, un cofre de madera, ella se inclinó ante él, extendió los brazos y se lo ofreció.

Pablo no podía pronunciar palabra, dejo de lado la vara de pescar y sin pensarlo como autómata extendió los brazos y en sus manos recibió el cofre; bajo la vista para contemplarlo y apreció el fino trabajo de tallado que sobre la madera mostraba glifos y figuras de sus antepasados mayas cubriéndolo por completo; volviendo a la realidad y al levantar la vista no había nadie, la indígena había desaparecido.

Pablo sostenía el cofre en sus manos, el sol caía sobre la cresta de los árboles, sus rayos se reflejaban sobre el agua cristalinas que al correr sobre las piedras dejaba escuchar su canto. Estaba solo sobre la roca, con el cofre en sus manos. ¿Qué significaba esto? ¿De dónde y cómo había aparecido y desaparecido esa joven y que significado tenía el cofre?

Pablo continuó el examen del cofre con detenimiento y encontró que los glifos tallados eran móviles, pero no había una tapa como tal. Quizá una combinación correcta al mover los glifos lo abriría, pero ¿Cómo y de qué forma? Transcurrió un buen rato y al ver al cielo decidió volver la cara principal del cofre al Este, quedando las otras caras coincidiendo con los otros puntos cardinales, observó detenidamente la cara dirigida al Este e identificó el glifo del centro y lo empujo hacia el interior y este cedió, trató de hacer lo mismo con el glifo de la cara Oeste y no se movió, después unos minutos hizo lo contrario, tomo el glifo y lo haló hacia fuera y suavemente este salió. Se dirigió a la cara Norte y el glifo no se movió ni hacia dentro, ni hacia a fuera pero cedió al girarlo hacia la izquierda haciéndolo saltar hacia adelante, faltaba la cara Sur y en ella instintivamente giro el glifo central hacia la derecha saltando hacia el frente; al mismo tiempo que el sonido de una cerradura al abrirse se escuchó y la tapa se levantó.

Pablo hubiese deseado no estar solo, pero estaba consciente de que la razón de estar allí en ese momento, en esas condiciones, era algo que aceptaba sin reservas; era su destino. Desde hacía muchos años conocía de leyendas de su pueblo las que relataban hechos que no tenían una explicación lógica y ahora él vivía una de estas experiencias.

Pablo se decidió, debía abrir el cofre y al poner su mano sobre la tapa… el canto de las aves sobre la copa de los árboles arreció; obligándolo a volver la vista hacia lo alto,
sonrió al ver las aves volar. Esto le pareció un buen augurio y sin esperar un instante más, abrió la tapa de una vez y en su interior: ¨ una pluma de Águila Crestada ¨… esta era la respuesta que él buscaba al alejarse de la ciudad, su destino era ser escritor.

Miembros del Taller

Mauricio Vallejo Márquez (coordinador e instructor)
David Panamá
Gabriel Alvarado
Norma Hernández
Rafael Mangarí Arana
Martín Díaz
Hilda de Flores
Nestor Moreno
Víctor Aragón
Guillermo Arra

TLUEES


El taller literario de la Universidad Evangélica inicia su labor